En este artículo de Gunnell y cols. se analizan los motivos por los que puede aumentar el riesgo de suicidio a medida que se extiende la pandemia de la COVID-19 y se proponen sugerencias para prevenir el suicidio durante este tiempo. La prevención del suicidio ha adquirido una importancia cada vez mayor durante la COVID-19. El distanciamiento social, el miedo y el autoaislamiento están dificultando mucho más la vida de las personas con enfermedades mentales, al igual que del resto de la población. Los pacientes con trastornos psiquiátricos pueden presentar un empeoramiento de los síntomas y otras personas, especialmente las que contraen la enfermedad y los profesionales sanitarios de primera línea, pueden sufrir ansiedad, depresión y estrés postraumático, todos ellos asociados a un mayor riesgo de suicidio.

El aumento de la carga de trabajo y la búsqueda de nuevas formas de gestionar la pandemia de la COVID-19 están suponiendo una carga adicional para los servicios de salud mental. Ya se realizan evaluaciones e intervenciones psiquiátricas por teléfono o digitalmente en algunos servicios y otros deberían implementarlas, teniendo en cuenta que no todos los pacientes se sentirán cómodos con estas interacciones.

Es posible que los pacientes psiquiátricos que atraviesen una crisis suicida no busquen ayuda por el temor a contraer la COVID-19 en un servicio saturado al que deben acudir para ver personalmente a un psiquiatra. Los teléfonos de ayuda para crisis del sector voluntario pueden estar sobrecargadas de llamadas y contar con menos voluntarios. «Los servicios de salud mental deben desarrollar estrategias claras de evaluación y asistencia a distancia para las personas con tendencias suicidas, así como ofrecer capacitación al personal para respaldar nuevas formas de trabajar».

Los recursos de capacitación digital pueden permitir que las personas capacitadas recientemente desempeñen un papel activo en ayudar a quienes tienen tendencias suicidas en los servicios de salud mental y en teléfonos de ayuda.

El desempleo y los factores estresantes económicos son factores de riesgo conocidos de suicidio y el artículo insta a los gobiernos a abordar este problema a través de redes de seguridad económica, como ayudas de desempleo, alimentos y vivienda. Los centros educativos deben impartir los planes de estudios en medios alternativos y los gobiernos deben ofrecerles apoyo financiero en caso necesario. La violencia doméstica y el consumo de alcohol, ambos factores desencadenantes del suicidio, pueden aumentar durante el confinamiento. El aislamiento social, la soledad y el atrapamiento también aumentan el riesgo de suicidio, especialmente en el caso de las personas que atraviesan un duelo, por lo que el apoyo comunitario y la ayuda de fácil acceso para las personas que viven solas adquieren gran importancia.

El acceso a recursos letales que pueden aumentar el riesgo de suicidio, como armas de fuego y analgésicos, debe ser controlado cuidadosamente por los minoristas que venden estos productos, y el gobierno y las organizaciones no gubernamentales deben aplicar restricciones temporales de la venta y difundir mensajes sobre la reducción del acceso a formas de suicidio comunes y letales. Los medios de comunicación deben tener cuidado cuando informen sobre los suicidios, ya que la exposición repetida a historias de crisis puede aumentar el miedo y el riesgo de suicidio. Por tanto, deben aplicarse directrices específicas para la COVID-19 en los medios de comunicación, además de las existentes.

El artículo sugiere que los investigadores y expertos en vigilancia de datos deberían «potenciar la vigilancia de los factores de riesgo relacionados con la COVID-19 (por ejemplo, a través de registros de suicidio y autolesiones, encuestas poblacionales y datos en tiempo real de teléfonos de ayuda para crisis)». Es necesario supervisar a los profesionales de salud mental sobrecargados y apoyarlos con recursos adecuados. Además, las zonas que carecen de recursos pueden sufrir consecuencias más adversas de la pandemia y la desinformación/estigmatización en torno a la COVID-19 puede ser peor en estas zonas.

Los factores de riesgo en estos entornos más desfavorecidos incluyen los efectos sociales de la prohibición de funerales y reuniones religiosas, los trabajadores migrantes vulnerables y la violencia interpersonal. Las consecuencias para la salud mental de la población general probablemente durarán más tiempo y alcanzarán su momento crítico más tarde y no durante la propia pandemia. Los hallazgos de las investigaciones, las estrategias nacionales y la colaboración internacional deben proporcionar una base sólida para la prevención del suicidio.