COVID-19 y esquizofrenia – ¿Qué sabemos?
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La aparición de la pandemia de coronavirus COVID-19 ha supuesto numerosos retos para la vida cotidiana de los psiquiatras. Además de atender al número cada vez mayor de personas que padecen ansiedad y depresión, también tienen que conocer las consecuencias del virus para los pacientes con trastornos mentales graves como la esquizofrenia.
Fonseca y cols. realizaron una revisión bibliográfica exhaustiva para saber con más certeza si los pacientes con esquizofrenia corren un mayor riesgo de contraer el virus de la COVID-19; cuál es la tasa de mortalidad prevista en este grupo de pacientes si se contagian; y cuál es la probabilidad de sufrir una recaída psicótica como consecuencia de la situación.
Según sus resultados, los pacientes con esquizofrenia corren un mayor riesgo de infección debido a sus dificultades para seguir los procedimientos de seguridad. Ya no cabe duda de que la mejor estrategia para evitar el contagio es el aislamiento respiratorio y de contacto. Sin embargo, los pacientes con esquizofrenia tienen dificultades para seguir unas prácticas de higiene adecuadas, debido principalmente al deterioro del sentido de la realidad y del cuidado personal.
Según la bibliografía, si se infectan con el virus, los pacientes con esquizofrenia tienen más probabilidades de presentar una evolución desfavorable. Aproximadamente el 70 % de los pacientes esquizofrénicos padece una o más enfermedades concomitantes y el 50-90 % de ellos son fumadores habituales. Además, en varios artículos se ha propuesto que existen mayores probabilidades de neumonía y mortalidad por inmunodeficiencia, y se han presentado indicios de deterioro de la función respiratoria.
En cuanto a la posibilidad de recaída, los autores afirmaron que la COVID-19 puede provocar indirectamente una recaída. En primer lugar, el aislamiento social puede inducir una angustia considerable no solo a los pacientes, sino también a los cuidadores. Además, también puede provocar la reaparición de los síntomas si no se tiene acceso regular a intervenciones psicosociales o medicación.
Para evitar estas situaciones, se proponen las siguientes recomendaciones a los profesionales de la salud mental:
Vigilar a los pacientes inestables y utilizar soluciones basadas en Internet para proporcionar contacto y apoyo clínicos.
Informar a los pacientes y a sus familias de todos los procedimientos que deben seguirse durante este período en los servicios de salud mental.
Vigilar el cumplimiento de la medicación antipsicótica y garantizar el acceso a las recetas.
En resumen, los pacientes con esquizofrenia tienen un mayor riesgo de contraer la COVID-19 y una peor evolución, sobre todo si padecen una enfermedad concomitante. Además, este grupo también es vulnerable a las recaídas como consecuencia de la angustia debida al distanciamiento social obligatorio. Se recomienda a los profesionales de salud mental y a las familias que presten especial atención y proporcionen apoyo en línea para evitar tanto infecciones como recaídas.
Revista Brasileña de Psiquiatría
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